Navarra Fugaz

4 al 8 de enero de 2017

Tras el cambio de última hora de las vacaciones de Navidad de este año, hemos tenido que cancelar (más bien posponer) el plan de visitar la Alsacia. Teniendo en cuenta la poca nieve que todavía hay en Pirineos, desestimamos pasar unos días esquiando, y decidimos visitar el sur y la «Tierra Media» de Navarra.

Salimos a las 18.30 del día 4 con rumbo a Zaragoza, donde habíamos quedado para cenar con Fran, Bea e Iris, unos amigos que conocimos el año pasado en el camping La Torre del Sol. Caralt llevaba tiempo preguntando cuándo iríamos a Zaragoza a ver a su amiga Iris, así que no pudimos dejar pasar la oportunidad pese a que la visita fue realmente relámpago.

Decidimos salir por la A2, y aunque la idea era entrar en la AP2 cuando acabara la autovía, me salté accidentalmente la entrada a la autopista de Fraga, y acabamos cruzando los Monegros por la N2, con una niebla de impresión, clavados detrás de un trailer que nos iba abriendo camino. En un principio pensamos que era un mal plan, pero al llegar a Bujaraloz y entrar en la AP2, nos vimos «abriendo camino» en la niebla… fue un tramo incómodo de conducir hasta que cerca de Pina (como suele suceder) la niebla desapareció de repente y seguimos sin más novedad hasta el aparcamiento que llevábamos marcado, en la Av. Pirineos y junto al Ebro. La localización de este parking es muy buena, a cinco minutos andando del Pilar y, casualmente, muy cerca del piso de nuestros amigos.

Al llegar, nos encontramos el «pequeño» problema de que el parking estaba lleno. Suerte que Fran había tenido la precaución de aparcar su coche para guardarnos sitio, así que aprovechamos la oportunidad encantados. Aprovechamos el resto de la noche cenando en uno de los bares del Tubo, tras un pequeño paseo por la Plaza del Pilar y el casco antiguo.

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La Basílica del Pilar desde el Puente de Piedra
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Iris y Caralt, felices de volver a verse
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El Pilar, todavía con la decoración navideña

Tras la cena, la charla y la despedida (casi ya poniendo fecha para el próximo encuentro), decidimos quedarnos a dormir en el parking, ya que era tarde y las alternativas que teníamos para la pernocta no eran mejores. Así que pasamos una tranquila noche, sólo alterada por las fuertes ráfagas de viento que movían la autocaravana.

Esta primera etapa han sido 316 kms.

El día 5 nos levantamos un poco tarde para el plan que queríamos. El de hoy no era un día de #ViajarDespacio, precisamente. Así que desayunamos rápido y sobre las 10.30 salíamos rumbo a las Bodegas Nekeas.

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El parking donde pasamos la noche junto a otras autos

Por el camino llamamos para confirmar si podemos hacer la visita pese a llegar tarde, ya que el navegador dice que llegaremos a las 12.30 cuando nuestra reserva era para las 12. Nos dicen que no hay problema, y que como Virginia se ha puesto enferma, nos atenderá Paco. Seguimos ruta por lo tanto a un ritmo un poco más alto del habitual, y con un fuerte viento de cara (el cierzo otra vez!) que hace que el consumo pase de un 10 alto a 12… estos cacharros son sensibles al viento de cara!!

Llegamos a la hora prevista y aparcamos en las bodegas, que se abren en el Valle de Nekeas, en la Tierra Media Navarra y donde vides, olivos y bosques se extienden ante nosotros bajo un limpio cielo azul. Somos los únicos visitantes, y bajan a recibirnos para la visita.

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Aldora mirando el Valle del Nekeas
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Entrada a las Bodegas Nekeas

Aunque accidentalmente, tenemos la suerte de que nos haga la visita «Paco», que resulta ser Francisco San Martín, dueño y fundador de las bodegas. Un señor mayor, con una trayectoria que incluye una amplia experiencia como político (ex consejero en el Gobierno de Navarra y ex Diputado en Madrid) y empresario (vinculado al mundo cooperativista, ex presidente de AN y ex consejero de Caja Rural).  Con ese perfil, la visita a la bodega y la almazara se enriquece con sus experiencias en cuanto a cómo fundó la empresa, cómo se enfocaron al negocio internacional desde antes incluso de plantar las vides y multitud de otros detalles curiosos procedentes de una persona que lleva toda una vida convirtiendo ideas en empresas, negocios o formas de vida. En ese contexto la visita (que se suponía de 90 minutos) se alargó a casi tres horas, así que cuando salimos de Nekeas y aprovechando que en la cata habíamos comido unos pinchos, fuimos directamente a Olite con la intención de visitar el castillo antes de que se hiciese de noche.

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En la sala de barricas
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Cata de aceites, vinos y unos pintxos para acompañar

Llegamos al excelente área de ACs, donde ya había otros cuatro compañeros y fuimos dando un agradable paseo hacia el centro. Por el camino, una señora nos para (se nos nota que somos turistas) y nos recomienda ir a ver un belén animado que hay en el interior de una casa. Le hacemos caso y nos encontramos con una espectacular maqueta animada de unos 15m2 que representa, no un Belén, sino todo un pueblo (Olite? porque las casas está claro que del siglo I no son…) y sus afueras.

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Aldora en el área de Olite
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Vista de Olite desde el área
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De camino al castillo, por la Calle Mayor de Olite
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Una maqueta animada donde lo de menos era «el Belén»
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Otra vista en detalle de la maqueta

Seguimos hasta el castillo y compramos las entradas (9€ los tres) y cogemos una audioguía (2€) para la peque. Las chicas de recepción nos advierten que la audioguía no da más explicaciones que el folleto que te dan con la entrada, pero para Caralt (lógicamente) es mucho más divertido escucharlo que leerlo. Así equipados, comenzamos la visita de este espectacular castillo. No es muy grande en extensión, pero sí que está lleno de recovecos (se visita una parte muy importante del castillo), la restauración es muy buena y la visita se hace muy amena. El castillo (como construcción) es uno de los más bonitos que hemos visto y, sin duda, visita obligada si estás por la zona. En total estamos una hora, y eso que en muchas de las zonas no nos explayamos mucho por el frío y el viento del norte que soplaba de forma seria. De hecho, en algunos lugares como la Torre de Guarda, no podemos menos que compadecernos de los soldados que les tocaba una noche de guardia en esas condiciones.

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La entrada al castillo
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Una de las salas… la chimenea pequeña no era, no…
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Selfie desde Olite!!
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El «claustro» de la Reina
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Vista desde los patios superiores
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Por los patios superiores hacia una de las torres

Regresamos a nuestra Aldora para merendar, aprovechando que el área está a menos de 5min andando de la plaza principal. Tras descansar un rato volvemos al pueblo con la idea de ver cómo está el tema para cenar y, cómo no, nos encontramos con la cabalgata de Reyes. Bueno, más que encontrarnos casi nos arrolla, ya que la calle principal es sumamente estrecha y has de apretarte contra las paredes para que los tractores que arrastran las cuatro carrozas que componen la cabalgata no te arrollen. Una vez en la plaza, todos los bares están abarrotados. Así que como tampoco hay demasiada hambre, optamos por volver a cenar a la auto y hacernos una sopita, que con el frío que hace es lo que más apetece. Tras la cena y las duchas de rigor, nos vamos a dormir pasando una noche tranquila y reparadora.

Esta segunda etapa han sido 194 kms.

El día 6 amanece de nuevo soleado y ya sin viento. La idea inicial era visitar las Bárdenas y desplazarnos a Lumbier para dormir allí y mañana hacer la vía verde. Pero el #SlowTravel es sensible a las situaciones y proclive a los cambios de planes. Y así nos pasa que tras levantarnos tarde y un opíparo desayuno, y mientras Mónica recoge la auto para irnos, Caralt y yo salimos a jugar un rato a fútbol. Y lo típico cuando hay vecinos con niños… las niñas se hacen amigas, se ponen a jugar, los padres se ponen a charlar, se hacen amigos, se explican un anécdota, y luego otra, y otra, y las madres se ponen también a hablar… y a continuación vemos que son las tres de la tarde y nos vamos las dos familias a comer juntas unos pinchos a un bar junto a una chimenea, y viene la sobremesa y al final corre a cambiar las aguas que se está haciendo de noche.

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Amistades que surgen en la ruta

Y eso es lo que nos pasó, que conocimos a Jose y Pilar, y a sus hijas Nadia y Miriam, una simpática y agradable familia de Madrid que estaban de regreso de un viaje por Pirineos y las Landas.  Y como viajar no sólo es conocer sitios, sino también gente, y como al final las vacaciones son para hacer lo que te apetece, cambiamos los planes sobre la marcha. Decidimos dormir en Árguedas para visitar mañana las Bárdenas (y hacerlo en bici), y luego ir a Loarre para visitar el domingo por la mañana el castillo antes de volver a casa.

Así, sobre las seis nos pusimos en ruta hacia Árguedas y su magnífica área de ACs (a unos 25 minutos de Olite hacia el sur) para pasar noche allí. Paramos por el camino a repostar, que el depósito estaba ya en el último cuarto, y aparcamos en el área junto a otras tres ACs.

La tercera etapa hemos hecho 41 kms.

El sábado 7 volvió a amanecer soleado y plácido, pese al frío de la noche. Sin prisas, como de costumbre, nos levantamos y resolvemos el desayuno tranquilamente. Para hacer algo de tiempo y asegurarnos las horas más cálidas del día para la excursión en bici, antes de salir visitamos las casas-cueva que hay junto al área, y que por la noche estaban iluminadas con colores cambiantes. Son unas casas excavadas a pico y pala en la roca, a finales del s.XIX por los habitantes del pueblo que no tenían recursos para adquirir una vivienda. Posteriormente a mediados del s.XX fueron abandonadas al mudarse sus habitantes a pisos de protección social. Hoy día es posible visitarlas, y algunas de ellas  están parcialmente restauradas, lo que permite hacerse una idea de cómo debía ser la vida de aquellas personas hace 70 u 80 años. Aquí no hay mapas, audioguías ni visitas guiadas, pero durante un rato parece que hayas viajado en el tiempo.

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Las cuevas, desde el área de ACs donde dormimos con Aldora
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Listas para entrar
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Caralt «cocinando»
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Visitando las casas-cueva
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Una cocina económica

Tras esta curiosa visita, cogemos la auto y vamos hacia Las Bárdenas, la famosa zona desértica del sur de Navarra  cuyo centro de información (donde paramos a informarnos) está a tan sólo 5 kms del área. Tal como habíamos planeado, condujimos unos 3kms por una pista de tierra hasta el Castildetierra (una de las formaciones más curiosas de esta zona). La pista está en buen estado y no es ningún problema circular con la auto por allí, pero con el traqueteo que había dentro a mí no me quedaron muchas ganas de hacer toda la travesía hasta salir de las Bárdenas por el norte (unos 40kms de pista).

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En el mirador de Las Bárdenas

Una vez aparcados en el Castildetierra, sacamos las bicis del garaje, nos equipamos y comenzamos una excursión alrededor de la zona de tiro del ejército. Desde luego que este lugar es de lo más curioso y cuenta con algunos paisajes espectaculares. Aprovechamos para hacer algunas fotos, nos paramos para picar algo y vamos avanzando. La excursión es por la pista forestal, amplia recta y con un paisaje poco cambiante (bueno, al fin y al cabo es un desierto). Eso unido a que Caralt hace un montón de meses que no coge la bici, nos hace desestimar enseguida la opción de dar toda la vuelta al campo de tiro (24kms en total), así que optamos por avanzar un rato y cuando el cansancio, el hambre y el frío empiezan a notarse, damos la vuelta y volvemos a la Aldora. En total acabamos haciendo 8kms, aprovechando para meternos en alguno de los cauces secos, o de las pequeñas formaciones de «dunas» secas y resquebrajadas.

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Por la pista principal
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Al borde de uno de los cañones
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Papa, me tiro?

Tras guardar las bicis y comer en la auto, dormimos un poco de siesta, y antes de irnos aprovechamos que el sol ya está cayendo para sacar algunas fotos al Castildetierra con esa luz del atardecer que con su tono rojizo y la proyección de luces y sombras, da mucho más juego para fotografiar.

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Aldora y Castildetierra
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Castildetierra al atardecer

Iniciamos el regreso, esta vez por la pista que lleva hasta la entrada del cuartel militar y desde allí ya por carretera iniciamos ruta hacia Tudela, Ejea de los Caballeros y Ayerbe, con la idea de dormir en Loarre. Enseguida se hace de noche, y el viaje transcurre cómodo por carreteras secundarias (A-125) hasta la rotonda que hay junto al pueblo de Erla. Allí, de repente y sin previo aviso, al salir de la rotonda la A125 pasa de ser una carretera secundaria en buen estado a poco más que una pista asfaltada, tan estrecha que no se delimitan los sentidos de circulación, con curvas, pendiente y en la que al rato de ir ganando la altura, comienza a aparecer ese hielo en los laterales que brilla bajo los faros de la auto… en total 35kms así hasta llegar a Ayerbe, aunque los peores fueron los 20 primeros.

Así las cosas, empiezo a dudar de si subir hasta el parking del castillo de Loarre es una buena idea. En el mapa la carretera parece muy revirada, y este último tramo de conducción me ha cansado un poco. Decidimos dormir en Ayerbe, y ante la falta de áreas de AC decidimos parar en el camping del pueblo. Cuando llegamos, pese a que indica que está abierto, no se ve un alma por ningún sitio y está oscuro como boca de lobo. Así que damos media vuelta y volvemos al pueblo a buscar un sitio para dormir. Como somos muy valientes (o muy novatos), nuestra búsqueda acaba llevándonos a través de una puerta de muralla de apenas 2,50 de ancho, y algunos otros pasos digamos que apurados. Nada importante, pero nos hace preguntar a un lugareño por un buen sitio para aparcar la auto, y otro para cenar. Nos indica ambos, y aparcamos la auto fácilmente, y en tres minutos paseando volvemos a estar en el centro en el restaurante que nos indicó para cenar. Tras la cena, volvemos a la auto y pasamos nuestra primera noche «en la calle».

Esta cuarta etapa ha sido de 128 kms.

Y tras otra tranquila y reparadora noche, llega el último día de nuestras minivacaciones. Compramos pan de leña y algunas magdalenas en una panadería del centro, y tras el desayuno nos vamos al castillo de Loarre, que está a pocos kilómetros de Ayerbe.

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La calle de Ayerbe en la que pernoctamos

La carretera ya es buena, incluso en el último tramo que, eso sí, tiene mucha pendiente y bastantes curvas. Una vez en el parking, nos damos cuenta que ayer podríamos haber venido a dormir aquí perfectamente. Nos dirigimos a comprar las entradas para visitar el castillo, y como hay disponibles audioguías cogemos una para Caralt, y haciendo caso de la recomendación de la chica que nos atiende, otras dos para nosotros. El total entre las tres entradas (ya sabéis, dos de adulto y la niña) más las tres audioguías ha sido de 12,50€.

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A punto de entrar al Castillo de Loarre

La visita al castillo resulta imprescindible si estáis por aquí. Quizás el castillo en sí mismo no es el más espectacular que hemos visto (desde luego que no es tan bonito como el de Olite), pero su localización en la ladera de una montaña ante la vasta planicie que forma la comarca de la Hoya de Huesca, le da un encanto especial. Además tenemos la suerte de que el día es soleado, y las vistas son espectaculares pese a que la bruma y los bancos de niebla limitan la visión más allá de unos 20 ó 30 kms.

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Vista desde la entrada del Castillo

El castillo en sí resulta curioso, abigarrado y lleno de estancias y pasillos construidos en diferentes épocas que parecen amontonarse unos sobre otros. Las explicaciones de la audioguía ilustran la visita, ayudan a reconocer detalles y sobre todo dan contexto a lo que vamos viendo, desde la muralla exterior hasta la torre del homenaje. Estamos algo más de una hora con la visita, y nos alegramos de haber decidido alargar un poco el retorno para hacer esta parada.

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El interior de la ermita del castillo
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Vistas desde el patio de armas
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La Torre de la Reina
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Esto se acaba…

De vuelta a la Aldora, decidimos no hacer comida y darle una concesión a la Caralt, así que ponemos rumbo a Huesca (menos de 30 minutos desde el Castillo), y paramos en el McDonalds del centro comercial El Coso, que pese a que es más bien tarde está lleno de esquiadores que bajan del Pirineo y han tenido la misma idea que nosotros. Aquí aprovechamos para hacer un vaciado de aguas «de urgencia» en unos lavaderos de coches del mismo centro comercial. Y ya más ligeros, seguimos ruta hacia Barcelona por la magnífica autovía que une Huesca con Lérida y desde aquí la A2 hacia casa. El único hecho destacable fueron los 80 kms de niebla que encontramos a partir de Monzón, donde además el frío y la humedad provocaban el curioso fenómenos de la «boira gebradora», así que teníamos todos los setos y árboles que bordeaban la autovía completamente helados.

Y sin más aventuras, sobre las siete de la tarde llegamos a casa para descargar las bicis, y después al parking a dejar a la Aldora preparada para la siguiente salida. La última etapa nos ha supuesto 328 kms.

Resumen de Ruta: 1007 kms, 4 noches, 5 días.

Totales con Aldora: 2046 kms, 3 salidas, 7 noches, 9 días.

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Mapa de la zona visitada